Monólogo de Teseo por Lucía Giménez
Me enteré que gracias a Poseidón, Minos se
hizo el rey de Creta, éste le envió un toro para que lo sacrificara en su
honor. Minos no cumplió con lo que pidió, y Poseidón se enojó y obligó a
Pasifae, esposa de Minos, a enamorarse del toro. Con la ayuda de Dédalo,
construyó una vaca donde Pasifae y el toro se aparearon y tuvieron al famoso Minotauro.
De esta historia escuché hablar mucho, todos la comentan. Este monstruo es
mitad hombre, mitad toro. Sólo se alimenta de carne humana y día a día se va
haciendo más salvaje, por este motivo Minos ordeno a Dédalo a construir ese
maravilloso laberinto dejando prisionero al constructor y a su hijo Ícaro.
Les mandaba
siete doncellas y siete jóvenes para que los devore, cada nueve años. Llegué a
Creta y la princesa Ariadna, hija de Minos, se enamoró de mí. Es tan bella e
inteligente, me casaría ya mismo con ella. Ella me propuso derrotar a su
hermano, el Minotauro, a cambio de que la lleve conmigo a Atenas y la haga mi
esposa. Yo acepté porque lo que más quería era estar con ella y amarla para toda
la vida.
El plan que realizó mi bella princesa, consistió en darme un ovillo de
hilo y atarlo en una de las puertas del laberinto, con esto ya hecho, pude
entrar al laberinto y encontrarme con el Minotauro. Estaba enfrente mío, esa
fiera que era capaz de todo por devorarme. Como habían dicho el Minotauro
estaba cada vez más feroz, más enojado y furioso por el solo hecho de estar
encerrado en ese laberinto. Para mi él no era el culpable de estar en ese
horrible lugar, sino que la culpa era de Minos por desobedecer a Poseidón. Lo miré y
en sus ojos se veía el odio que tenía a todos los seres humanos. De repente se
tiró encima mío, no sabía que hacer, quedé impactado. Luego me di cuenta que
tenía a ese monstruo intentando
devorarme y reaccioné. Le empecé a pegar y
a pegar hasta que lo maté, quedó allí tirado en el piso, agonizando, ya
sin poder respirar. Agarré el hilo y así pude salir inmediatamente del
laberinto. Fui el único hombre valiente capaz de entrar, por eso mismo me debe
amar mi princesa Ariadna. Así fue que acompañado de unos atenienses y por
Ariadna, embarcamos de vuelta hacia Atenas, hundimos los barcos cretenses para
impedir que nos persiguieran. Durante el viaje, decidí desembarcar en la isla
Naxos y desde ahí volví a salir sin la presencia de Ariadna. Me tuve que ir
solo, abandonar a la mujer que amaba. Pero todo lo que hice fue por amor, amor
hacia ella, que nada ni nadie van a poder borrar de mi corazón. Fue ella la que
me enseñó a amar pero fue orden de los dioses que la abandone, ellos la quieren
casar con Dioniso.
Al estar llegando a Atenas, mi padre
Egeo me había dicho que si volvía cambiara las velas y ponga las blancas, pero no sé lo que me distrajo y no lo hice. Así
fue que mi padre al ver las velas negras pensó que yo había muerto, claramente
no fue así.
Me siento culpable por la muerte de mi padre, él se suicido
lanzándose al mar, a partir de ahí el mar se llamo Mar Egeo en honor a él. Él
hizo de todo por mí y de por vida le voy a estar agradecido. Luego de su
muerte, heredé el trono de Atenas,
después de unos años alguien más llego a mi vida, Freda, con la que me casé y
olvidé por completo a su hermana Ariadna.