“El
laberinto del minotauro” según Nicolás Enriques
Trabajo
de descripción y creatividad.
Al entrar se encontrará con unas murallas, este
laberinto tiene muchas encrucijadas y distintas trampas. No cierre los ojos y
camine hasta encontrar lo que fue a buscar. En un momento habrá dos recorridos
que lo llevará a distintos lugares. En uno de ellos se encontrará con muchos
arbustos de belladona, una planta venenosa que con tan sólo tener en su mano le
provocará delirios y alusiones. En el segundo encontrará cadáveres de personas
muertas, algunos deformados u otros sin corazón. No deje que el temor se
aproveche de usted. Por último encontrará lo que tanto desea.
“Monólogo de Teseo”
por Nicolás Enriques
Consigna: Contar la historia del Minotauro desde el punto de vista de uno
de los personajes en primera persona.
Esta es mi historia, soy Teseo, el hijo de
Egeo, todo lo que hice fue por mi patria y mi padre. En mi aventura conocí a
Ariadna, su belleza era lo que más me impactaba de ella. Llego ese día tan
esperado, entré sin miedo alguno, las paredes de aquel laberinto estaban
ensangrentadas. Mi padre me regaló un candelabro antes de entrar, ese era mi
recurso, lo único que me iluminaba. Caminé y seguí caminando por un rato largo,
me acosté sobre el suelo, no podía dormir pero mis piernas estaban agotadas, un
ruido me despertó, miré a todos los lados y era una pequeña rata. Recogí mi
espada y empecé a deambular; los segundos y minutos no pasaban, esos días eran
una eternidad. Andar por aquel lugar solo era como vivir en una habitación sin
salida, hierbas y plantas me rodeaban como si en un momento me atacaran.
En mi travesía descubrí
un pasadizo, la incitación por entrar y saber lo que había era demasiada, me
apresuré y era lo que pensaba, aquel sitio era un jardín. La luna iluminó todo
ese espacio de frutas y vegetales, sujeté un tomate y en un cerrar de ojos se
pudrió. Las legumbres se marcharon, todo eso era una ilusión. Parecía que el
encierro producía ilusiones, no poder encontrar el Minotauro se volvió una
odisea. Volví a pasar por el mismo lugar unas doce veces, mire atrás porque
unos zumbidos fuertes se escuchaban, una avalancha de insectos me seguía. Mi
única escapatoria era trotar, sin mirar el suelo me deslicé en un charco de
agua sucia, seguí mi trayecto. El olor que provenía de ese lugar era espantoso,
ya no podía proseguir, el cansancio otra vez logró aprovecharse de mí. No paraba
de escuchar la voz de una mujer, la reconocía, sí era la voz de Ariadna. Corrí
hasta el sector de donde venía esa voz, una sombra enorme estaba atrás mío, sabía
que en ese instante mi vida estaba en juego.
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